El orden de los factores no altera el producto



El Gran Premio de Italia, disputado hoy en el circuito de Monza, se saldó con la quinta victoria consecutiva para Max Verstappen, quien suma once a lo largo de esta temporada.

Al igual que sucedió hace unas semanas en el circuito de Bélgica, al piloto de Red Bull no le importó salir desde la tercera fila de la parrilla de salida. El hecho de que Charles Leclerc  partiese desde la primera plaza tampoco fue un obstáculo para el líder del campeonato. Tras apagarse el semáforo, el holandés volvió a ser un huracán inalcanzable para todos. En menos de una vuelta, Verstappen ya había rebasado a Fernando Alonso, Pierre Gasly o Lando Norris, entre otros. En menos de cinco vueltas, el holandés ya estaba a la zaga de Leclerc, tras zafarse sin mayores dificultades del Mercedes de George Rusell.

Con Verstappen en la segunda plaza, la gran pregunta a resolver era si en esta ocasión Ferrari podría aguantar el pulso a Max y a Red Bull. Hasta esos instantes, el rendimiento del monoplaza de Maranello había estado a la altura de lo esperado. La competitividad de los italianos lleva cuestionada desde el Gran Premio de Hungría. Las prestaciones del SF 75 no fueron las esperadas ni en Spa, ni tampoco en Zandvoort. Ferrari no podía permitirse otro descalabro en su propia casa, más teniendo en cuenta que este fin de semana se celebraban los 100 años de la inauguración del trazado de Monza. En Maranello  decidieron apostar todo al rojo (o al amarillo, según se vea) y trajeron varias novedades este fin de semana: una Unidad de Potencia remodelada, la cual montó en su coche Carlos Sainz, y, un paquete aerodinámico especial, cuyo objetivo era poner fin al déficit que lleva arrastrando el coche de los italiano durante toda la temporada respecto a sus rivales de Milton Keynes: la velocidad punta en recta.

El resultado, en principio, fue el esperado. Leclerc superó a Verstappen en la clasificación del sábado, y además, el SF75 se mostraba superior en términos de velocidad punta. Sin embargo, todo ello, no fue suficiente. Con Verstappen situado en la segunda posición, un Virtual Safety Car, en la vuelta 12, empezó a poner en complicación la búsqueda del triunfo por parte de Ferrari y Leclerc. Desde el muro de los de Maranello optaron por meter en boxes al líder de la prueba. En ese momento, desde Ferrari ya eran conscientes de que una vez más el ritmo de Verstappen era endiablado, y por tanto, tenían que tratar de hacer algo diferente para batirlo. Verstappen aguantó varias vueltas más en pista hasta realizar su parada. Tras parar el holandés, Leclerc recuperó la cabeza de carrera, pero sus neumáticos eran doce vueltas más viejos que los de su rival, y con treinta vueltas por delante, era cuestión de tiempo que el holandés rebasara al piloto de Ferrari.

Por esta razón, los italianos optaron por volver a mandar a boxes a Leclerc, para colocarle un nuevo juego de neumáticos blandos. Con 20 vueltas por delante, y un gap de veinte segundos entre ambos, el piloto monegasco lo tenía casi imposible. Nada más lejos de la realidad, Verstappen siguió con paso firme hacia la victoria, sin permitir que su renta disminuyese de los 17 segundos en ningún momento. A falta de menos de diez vueltas todo pudo cambiar, ya que el coche de Daniel Ricciardo se quedó detenido muy cerca de la pista. El Safety Car tuvo que hacer acto de presencia, y no abandonaría la pista hasta cruzar la bandera a cuadros. Esta fue el esperpéntico final que nos ofreció Dirección de Carrera, siendo incapaz de dar orden para reanudar la prueba. Varios factores provocaron dicha situación, y todos ellos pueden condensarse en una sola palabra: lentitud. La orden para sacar el SC a pista tardó en llegar, y a su vez, lo mismo sucedió con la extracción del coche de Ricciardo. Del mismo modo, la orden de Dirección de Carrera para reanudar no solo fue lenta, sino que nunca llegó a producirse. Ya se sabe, que las cosas de palacio van despacio. No obstante, es muy posible que Michael Masi se haya divertido viendo hoy la carrera, y comprobando como sus sucesores al frente de la dirección de los Grandes Premios de Fórmula1 permiten hacer bueno otro conocido refrán: otro vendrá, que bueno te hará.

Al margen de esta esperpéntica actuación (una más) por parte de la FIA y sus comisarios, la carrera fue ganada con total merecimiento por un Verstappen que acaricia su segundo título mundial. El holandés tiene opciones matemáticas de coronarse ya en el próximo Gran Premio de Singapur. Tanto Ferrari como Charles Leclerc se vieron superados en todas las facetas de la prueba. La estrategia no fue la más acertada, pero no fue la nota decisiva. Esta no fue otra más que la pura velocidad de Verstappen y de Red Bull, quienes sacrificaron la velocidad punta en favor de ser mucho más rápidos que los Ferrari en las zonas viradas del trazado italiano. La apuesta se mostró acertada. Por ello, en caso de que Ferrari hubiese mantenido en pista a Leclerc durante el Virtual Safety Car, o hubiesen apostado por no realizar la segunda parada, el resultado hubiese sido el mismo.

Al margen de todos los fallos que tanto Ferrari, como también su piloto estrella han cometido este año, la realidad es que están siendo batidos por un equipo que es mejor, y por un piloto que también es superior. Dicha situación es exactamente la misma que sucedió con Vettel en los años 2017 y 2018. En aquellas ocasiones, equipo y piloto sucumbieron ante un piloto mejor (Hamilton) y una organización más eficaz (Mercedes).

El problema de Ferrari no es perder el título de esta temporada, sino que la historia de estos años se vuelva a repetir. Batallas internas por el poder, presión para sus pilotos y decisiones timoratas desde el box seguirán mermando el rendimiento de los italianos, a menos que aprovechen la oportunidad para realizar un cambio de filosofía. Sin duda, Ferrari tiene medios técnicos y humanos para triunfar, pero eso no es suficiente cuando tu oponente no comete errores.

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